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Cómo pasar de la autoexigencia al descanso
El sol y la naturaleza me recolocan rápido
Por aquí estoy de vuelta,
Para traerte qué es lo que sentí el viernes pasado, y qué es lo que hice. Quédate hasta el final, que voy a hablar del juicio hacia una misma, la autoexigencia, y el descanso.
Ya llevaba yo unos cuantos días, esta semana, un poco cargadita emocionalmente, la verdad que no podía identificar el por qué, porque en mi vida todo andaba igual. Pero si que el viernes, ya me levanté como agotada, agobiada, de “tengo que hacer toda esa lista de tareas que tengo apuntada”, y mi necesidad era que me tocara el sol y contactar con la naturaleza, ver árboles, conectar con el silencio y la calma, pero aún no me lo había permitido en toda la semana. Cuando descubro que esa es mi necesidad, me dije: “acaba esto que es importante, y luego sales de casa, directa a buscar el sol que te toque en la cara”.
A medida que iba caminando por mi pueblo, callejeando buscando un sitio donde pararme, que yo considerase que había tranquilidad, y sol, para poder relajarme. Lo encuentro y me siento en un banco. A todo esto, yo siempre que busco estos espacios de silencio y re-conexión conmigo voy con mi libreta por si quiero apuntar algo. Escribir me ayuda muchísimo a poner claridad a mi mente, ordenar mis pensamientos y mis emociones.
Y a los 10 minutos de sentir la incomodidad sentada en el banco mientras me toca el sol, empiezo a conectar con lo que me pasa. Con lo que he ido cargando durante la semana y sin ser del todo consciente. Me doy cuenta que lo que necesitaba era justo esto, parar, dejar de trabajar o de leer, o de aprender, o de pensar ideas… solo sentirme un animalito que está en el planeta Tierra, que respira, y que se nutre ahora mismo del sol y del silencio. Y cuando escribo esto, acabo de respirar más profundamente, porque siento alivio. Alivio de sentir que he recuperado mi centro, alivio de que solo hacía que mirar afuera, para buscar maneras de hacer más, para mejorar, para avanzar, para ir más rápida hacia lo que quiero, vamos controlar mis pasos para que todo me vaya mejor.
¿Esto es lo quieres tú también, no?
¿Qué te vaya mejor?
Y me di cuenta de cómo mi autoexigencia, o simplemente la presión de sentir que no soy suficiente tal y como estoy ahora mismo, sino que necesito mejorar, mejorar siempre mejorar me ejercía tal presión dentro de mi, que me estaba encontrando mal y no sabía por qué. Pues toda esa claridad me ha venido, parando, soltando absolutamente el control por un rato, rindiéndome a la vida, y ser una espectadora de la vida, que pasa de actuar. Simplemente, siento que pertenezco al mundo y contemplo lo bonito que son los árboles, como el aire me da en la cara, como siento el sol del mediodía que me da un calorcito agradable. Y me digo, ¡¡¡¡¡pero sí esto es vivir, si esto es mucho más fácil en realidad!!! Esto es lo que me genera paz, y que ciega he estado estos días. Pero ahora cuando me escucho, y me doy el permiso de dejar los “haceres” para escuchar mis emociones, surge la necesidad real y me la concedo. Joder! eso es amarse a una misma!!!! Cuando me pongo a mi como prioridad, y mi prioridad es la pausa y el descanso.
En nuestra mente siempre existen 2 voces, una que es la niña que quiere divertirse, jugar, descansar, hacer lo que le gusta, y luego está la otra voz dura, que es el juicio interno, que no nos deja en paz, y nos dice, venga haz más, acaba esto, no pares, no te duermas en los laureles que sino te irá mal, que nos presiona, y nos machaca muchas veces la existencia.
Esta semana ha pesado más mi voz dura que la niña, que ahí mismo en el banco al sol, me he puesto a mirarla, y he visto que estaba llorando dentro de mi. Y sabes lo más gracioso de todo, y que me estoy dando cuenta ahora, mientras te escribo, qué me he ido a sentar justo al lado de un colegio. Será porque mi niña me estaba llamando a gritos, seguramente, y mi inconsciente me ha guiado hasta la misma puerta del colegio.
¿Qué he hecho? acoger a la niña, mirarla, y decirle que no tiene que hacer nada más para ser suficiente, que es valiosa por el hecho de existir, que no se tiene que presionar para demostrar que puede hacer más, que puede entregar más, que es brillante. Le digo a mi niña, que es perfecta tal y como es, y que estoy orgullosa de ella, que juegue y que lo que tenga que hacer, más allá de sus obligaciones como adulta, que las haga por puro placer, por disfrute, por jugar en la vida. Y lo que no tenga que ver con eso, a tomar viento. Cuando mi niña escucha eso que le transmito, se relaja, me sonríe y yo la abrazo, porque ahora se siente que la estoy escuchando, valorando, cuidando y respetando.
Cuando esto sucede, algo dentro de mi se está sanando, se va recolocando, y voy recuperando mi estabilidad emocional y mi centro.
Y todo eso que me ha sucedido me hace ver que la vida es mucho más fácil en realidad de lo que nos pensamos, y qué sobretodo, sobretodo, SO-BRE-TO-DO hay que atender esas necesidades cuando llaman a nuestra puerta, cuando sentimos malestar, hay que atender qué sucede ahí dentro de ti, para encontrar la paz que tanto anhelamos, poder descansar perteneciendo a la vida y confiando que ella nos sostiene.
Te dejo por aquí la imagen que tomé en este paseo de claridad y re-conexión.
Cuando sueltas la exigencia y el control y solo te fijas en lo que hay encima de ti, la vida en si misma.
A veces, la mejor solución, es mandar a la mierda las obligaciones, por un rato. Eso ya es sanador.
La vida es mucho más simple de la que la hacemos los humanos. Una mariposa no esfuerza para volar, o para alimentarse, o para ser mariposa. La mariposa ES, y punto.
Pecamos de NO atender lo que nuestro cuerpo y nuestras emociones nos piden, hasta que el volumen es tan fuerte, que se convierte en ansiedad o en una enfermedad, un síntoma, o un cansancio extremo.
¿Y tú qué tal llevas esa voz interna que te exige? ¿Conectas con tu niña interior? ¿Te permites espacios de descanso y re-conexión en tu día? Te leo.
Un fuerte abrazo,
Gemma